Pasada la plaza de Barrionuevo, una tapia con jardín oculta una de las sinagogas que conserva Toledo, la más antigua. Fue construida en tiempos de Alfonso VIII y ha llegado a nosotros en buen estado, a pesar de los múltiples usos a que ha sido destinado el edificio desde que, en el año 1411 se convirtiese en ermita cristiana bajo la advocación de Santa María la Blanca, gracias a las predicaciones de San Vicente Ferrer. En el siglo XVI se convirtió en Refugio de la Penitencia para mujeres arrepentidas, montándose entonces en su cabecera un retablo plateresco hoy eliminado. Fue de nuevo capilla hasta el siglo XVIII en que, por su escaso uso, se utilizó como cuartel militar. En la primera mitad del siglo XIX fue un simple almacén del Ejército, hasta que en 1850 fue cedida a la Comisión de Monumentos, quien procedió entonces a su restauración. Excavaciones realizadas en 1987 han desenterrado interesantísimos frescos.
Es un templo de planta irregular, de cinco naves separadas por arcos de herradura que se apoyan sobre los pilares ochavados. La unión entre los arcos y los pilares la realizan unos capiteles de grandes proporciones, decorados con piñas entrelazadas por cintas. La diferente altura de sus naves permite que, sobre los arcos, corra una arquería poli lobulada ciega. Los esquemas generales de la decoración corresponden al estilo traído por los almohades desde el norte de África, en el siglo XII, lo que no deja de ser curioso al tratarse de un templo hebreo en una ciudad cristiana.
En su interior se combinan equilibradamente los temas vegetales con las trazas geométricas, tanto en los capiteles como en las albanegas de los arcos y, sobre ellas, en los frisos que recorren el templo.
VÍDEO ELABORADO POR KEPA B. RUANO:
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