miércoles, 3 de enero de 2024

Briviesca enero de 1978. Una nevada histórica.


    Mi afición por la fotografía venía de años atrás. Todo empezó en la escuela pública de Briviesca, antes Teresa Arce, ahora Juan Abascal. Allí se presentó un fraile de la Salle "reclutando vocaciones". Con casi 12 años me apunté e ingresé en un internado en el convento de Bugedo de Candepajares. Fueron cinco años muy complicados, de farsas, hipocresías, postureo, temor de Dios, condena eterna,  castigos, cilicios,  una constante sensación  de culpa, misas diarias, oraciones que solo eran palabras bonitas pero vacías (puro teatro); de religión con sangre entra, auto humillación, un gran tortazo con la mano abierta en el oído izquierdo que me dejó casi sordo durante unos tres días y siempre con la espada de Damocles de la expulsión. Me resultaron eternos e infelices. Era como vivir en una burbuja aislada del, según  ellos, pecaminoso mundo exterior, cuando en realidad el "alien" estaba dentro.  Casi desde el principio tuve claro que aquel sitio no era mi lugar y aguanté esa farsa echándole teatro. Querían que todos fueran amigos de todos, no soportaban el tener un amigo especial, supongo que para evitar ciertas tentaciones de "la carne", lo que nunca consiguieron. La homosexualidad era tabú pero estaba presente y siempre tapada por el silencio cada vez que se producía una expulsión. No lo consiguieron. Intenté aprender lo máximo que pude con vistas a que me sirviera para el futuro que se me presentaba incierto en el pueblo. 

    Pero no todo iba a ser negativo. Recuerdo que los sábados daban a elegir entre jugar al futbol o hacer travesías por el monte. Bugedo está rodeado de paisajes montañosos preciosos y lugares para pasear muy agradables. La elección era siempre la misma: Pasear por el monte con tal de salir fuera de los muros del convento donde no sentía la presencia de ese Dios ficticio que tanto se "trabajaba" e invocaba.  Era  precisamente en plena naturaleza donde más creí percibirlo, pero era una ensoñación.  Al grupo de "montañeros" nos acompañaba a modo de monitor un Hermano que solía llevar una cámara de fotos.  Tras unas semanas se exponían las pequeñas fotos en blanco y negro que nos sacaba en las travesías y si nos interesaban, las comprábamos. Me atraía tanto la fotografía que incluso convencí al "fotógrafo" para aprender cómo revelarlas en un pequeño laboratorio ubicado en el convento, fuera de la zona del Aspirantado. Era magia ver aparecer en un cartón sumergido en el líquido revelador aquellas imágenes que había atrapado con la cámara, todo bajo una luz roja muy especial.

  « Me queda más tinta en el tintero pero prefiero callar porque no me gustaría involucrar a nadie. De lo contrario, seria tremendamente injusto, porque creo que yo puse más interés y deseo en buscarlo. Egoístamente recibí más de lo que di. Recordarlo es motivo de una gran satisfacción para mi. Nunca lo olvidaré porque fue como un balón de oxígeno entre tanto CO2. »

   Me consuela pensar que eran otros tiempos que pertenecen al pasado. 

  Pues al final parece que se ha quedado buena tarde jjj. 

Montes Obarenes. Paseos por el entorno de Bugedo.

   Unos años después, en las navidades de 1977-1978, me hice por fin con mi primera cámara de fotos marca Beirette que aún conservo. Sin embargo, no podía imaginar que su estreno coincidiría con una de las nevadas históricas que han caído en Briviesca. Bien es cierto que sucedieron otras nevadas de gran grosor a lo largo de los años, pero ésta fue especial, porque produjo un gran colapso en la ciudad y en la carretera nacional. Muchos conductores de camiones y vehículos quedaron bloqueados y tuvieron que alojarse en dependencias que el Ayuntamiento puso a su disposición así como en casas particulares.

   Y para muestra, las siguientes fotos que fueron sacadas después de la gran nevada, cuando la capa de nieve se había apelmazado y su grosor había empezado a reducirse en parte, por el movimiento de vehículos y personas y el natural derretimiento.  

Lo primero que vi cuando me asomé a la ventana.

       

Piscinas municipales.


Vestuarios de las piscinas.

Calle San Héctor Valdivielso.

Casas cercanas al monte de los pinos.

La N1.


Plaza Mayor.


La capa de nieve que cayó se aprecia en el coche de la derecha que es el que conservó su grosor a pesar de los manotazos.

A la izquierda, un coche de matrícula extranjera.


Ya había pasado lo peor y poco a poco se iban despejando las calles .

Calle Mayor.

Plaza Mayor. Al fondo furgonetas de la compañía  Laing que construyó  la Autopista.

Paseo de la Taconera o Juan de Ayolas.

Parque de la Florida.

La Taconera.

Iglesia de Santa María desde la Taconera.

Calle La Arboleda.


    VÍDEO-FOTOS EDITADO POR KEPA B. RUANO:

4 comentarios:

JOSE LUIS dijo...

Desde luego que son históricas estas fotazas de la nevada de Briviesca. Me han traído a la memoria las nevadas que caían en Quintanaloranco, mi pueblo, cuando era niño en las décadas de los 50 y 60. Ahora ya no nieva así ni en las montañas del Sistema Central. Una prueba rotunda del cambio climático. José Luis

ZáLeZ dijo...

Hola José Luis. Tienes toda la razón. Solo nos queda recordar este tipo de eventos a ver si así llamamos a la nieve para que vuelva como es debido y dejemos de llamar nevadas a cualquier cosa. 🙃😆.
Saludos cordiales.

El tejón dijo...

Buenas fotos y buenos recuerdos de tan espectacular nevada.
Nada buenos son mis recuerdos de internado salesiano, a su pesar hemos superado aquellas sotanas cubiertas de caspa, aquellos campanillazos en la sesera no consiguieron doblegarnos.
Un saludo.

ZáLeZ dijo...

Muchas gracias. Menos mal que pasaron esos tiempos y esperemos que "no vuelvan" de manos de los que ya sabemos.. Un abrazo.